Friday, August 12, 2005

LA CAZA


“¿Por qué nos persiguen?”. La misma pregunta la repetía una y otra vez. No querían entender que esa era su naturaleza.

El lugar ya no era seguro; Batidas con las primeras luces del alba le obligaban a esconderse en huecos putrefactos y hediondos, muy lejanos de su confortable lecho. No recordaba algo igual en años. Aparecían de improviso, dispuesto a acabar con él, con una ferocidad nunca vista hasta entonces.

Algunas voces sonaban a cada segundo mas cercanas.; ¿Le habrían descubierto?. Podía intentar huir, pero ¿a dónde ir? Llevaba días sin probar bocado y sus fuerzas habían menguado de tal forma, que pasaba la mayor parte del tiempo inconsciente. Sólo el ruido de la manada le había despertado.

La madera que hacía las veces de puerta, se quebró en mil astillas. El camino hasta él estaba expedito. Un pequeño resplandor, le indicó que algún valiente había decidido entrar. “Se acerca el fín...” una lágrima de sangre recorrió su rostro, recordándole que una vez fue como ellos.

- ¡Ahí está! – gritó alguien- ¡Hemos encontrado al vampiro!.

El brillo del crucifijo le hizo retroceder unos pasos. Haciendo acopio de valor y fuerzas, saltó sobre el que parecía el mas fuerte de todos. De un tajo le sesgó el cuello, brotando al instante un generoso chorro de sangre. El ansía de comida, hizo que no pudiera resistirse a tan tentador maná.

Alguien apareció entonces de la nada y le roció el rostro con agua bendita. El desgarrador grito hizo que los humanos titubearan, pero sólo fue un segundo.
Recuperados, saltaron sobre él, dispuestos a terminar con él.
Sin duda, la tarde estaría llena de celebraciones en la aldea.

Monday, August 08, 2005

LA GITANA


La gitana esperaba en su pequeña tienda la llegada de algún ingenuo. Siempre había alguien dispuesto a saber su futuro y gastar unos pocos dólares para ello. No se quejaba; Sacaba lo suficiente para vivir y sólo tenía que decirles que les esperaba una vida llena de felicidad. A su edad, rondaría los sesenta años, su única ambición consistía en buscar un buen lugar donde pasar algunos días y no pasar hambre ni frio.

Hasta aquella tarde.

Llovía, no, diluviaba. La fuerza del agua, había convertido el camino de tierra en una amalgama de barro que lo inutilizaba. La gitana maldijo; Nadie en su sano juicio se acercaría hasta el pequeño claro del bosque, lejos del pueblo. Hacerlo, era arriesgarse a terminar empapado y lleno de fango. ¡Si al menos le hubieran dejado acampar mas cerca!... el alguacil lo dejó bien claro;

- No queremos embaucadores por aquí. Así que no quiero verte ni a ti ni a tu estúpida tienda.

Había encendido algunas velas; Las nubes y el agua habían ennegrecido el cielo y el Sol estaba oculto tras un manto de oscuridad. “Bah!, Será mejor que cierre la tienda, hoy ya está perdido”. Un último vistazo al exterior, hizo que su humor empeorara. Seguramente no pararía en toda la noche. No era una tormenta de verano, sino un verdadero temporal de agua y viento.

El ruido de las gotas de lluvia golpeando la maltrecha tienda, le ocultó los pasos que se acercaban. Estaba sentada, jugando con las cartas del Tarot, como tantas otras veces. Ella sabía que la baraja no engañaba, pero nunca decía la verdad a sus clientes. ¿Para qué? Nadie quería saber su verdadero futuro y preferían vivir ignorantes. Ella sabía que todos necesitaban buenas noticias, y no iba a negárselas.

Un trueno coincidió con una voz en el exterior. Era poco mas de un susurro, pero lo escuchó. La llamaban por su nombre;
- ¡Sara!, ¡Abre!.

De un respingo se puso en pie; No sabía por qué, pero estaba nerviosa. Otro trueno y otra vez su nombre;
- ¡Sara!

En el exterior, una mujer, esbelta y extraordinariamente bella, esperaba a ser atendida La gitana sintió un escalofrío al verla. Con un pequeño ademán invitó a la extraña al interior.
- Sabes por qué vengo, ¿No es así?

Hablaba sin mover los labios; ¿Qué clase de magia era esa?

- ¿Qué quiere? – la gitana se aferraba a un pequeño crucifijo de plata, buscando protección.
- Suelta eso, no sirve para nada. Ahora, sentémonos. Quiero que me leas el futuro.

Nerviosa, Sara barajó las cartas. Dos o tres veces se le escurrieron de las manos, como si fuera una primeriza.

La primera, mostraba la número 13, La Muerte. Su mano, temblorosa, la dejó en la mesa. Barajó de nuevo, con la mirada fija en el mazo. La segunda, sorpresa, también mostró la misma carta. Un vistazo rápido al resto de naipes, le llenó de pánico; todas las cartas eran igual que las que acababa de sacar. Sus ojos se cruzaron con los de su misteriosa visitante.

- ¿Cuántas veces has quitado esa carta de tus clientes?- la voz era como un estilete, clavándose en sus oídos- ¿ Cuántas veces les has dado esperanza?, ¿ A cuantos has separado de mi abrazo?

La Gitana comprendió con quien estaba hablando; Era la mismísima Parca, la Muerte. Venía a rendir cuentas con ella, y era de las que se cobraba las deudas.

- No necesitaban saber la verdad – respondió Sara desafiante.
- Con cada esperanza, cambiabas su futuro.
- ¿Y qué?
- No puedes, no debes cambiarlo. Rompes el equilibrio entre la vida y la Muerte. Debes pagar por ello.

A la mañana siguiente, el Alguacil encontró su cuerpo sin vida, debajo de cientos de cartas. Curioso, no pudo evitar echarlas un vistazo.

Su respiración se cortó al comprobar que todas estaban marcadas con el número trece y mostraban el rostro desencajado de la Gitana.